¿Los antibióticos para animales pueden afectar a nuestra salud?

Maria Rambla Alegre, Samuel Carda Broch, Josep Esteve Romero
Departament de Química Física i Analítica, Universitat Jaume I, Castello.

 

En la actualidad, los principales objetivos de las grandes explotaciones ganaderas son conseguir una tasa de natalidad elevada así como la prevención de enfermedades en animales, el cuidado de infecciones, el control del riesgo de transmisión de enfermedades a los seres humanos y el aumento de la capacidad productiva de los animales. Por tanto, los antibióticos presentan un doble papel. En primer lugar, estos pueden utilizarse con fines terapéuticos: de hecho, los piensos medicados son una de las vías más utilizadas para la administración del fármaco. Y en segundo lugar, su uso como promotor del crecimiento favorece el control de la flora bacteriana, lo que conlleva un mayor aprovechamiento de los nutrientes y un aumento considerable de su peso. Así, queda probada la gran importancia que tienen actualmente estos fármacos en el sector veterinario.

 

Por otra parte, los antibióticos utilizados en medicina humana pertenecen a las mismas clases generales de antibióticos como los utilizados en animales y, en muchos casos, aunque no son exactamente los mismos compuestos, el modo de acción que presentan sí es la misma. Después de la administración de un antibiótico a un animal tiene lugar su metabolización que favorece la eliminación y, en conjunto, la desintoxicación. Sin embargo, no siempre se produce de manera total e inmediata.

 

El uso rutinario de este tipo de medicamentos puede originar la presencia de residuos en productos alimenticios de origen animal si no se respetan los tiempos adecuados en la eliminación de los antibióticos, lo cual puede inducir la resistencia a los antibióticos utilizados en humanos. El peligro real parece pequeño, pero podría haber inconvenientes tanto para la salud humana como para la sanidad animal.

 

Es importante recordar las recientes crisis ocurridas en Inglaterra con las vacas locas o Bélgica con la identificación de dioxinas en pollos. En los últimos años, la comunidad científica ha manifestado una gran preocupación por el alarmante incremento de la resistencia a antibióticos debido al problema que esto supone en el tratamiento de las enfermedades infecciosas. Se ha destacado una posible relación entre el uso de antibióticos en animales y el incremento de la resistencia a estos compuestos en bacterias de importancia en patología humana y animal. Por tanto, la Food and Drug Analysis en los EE.UU y la Comisión Europea de la UE han elaborado una normativa donde se describen los límites máximos residuales (LMR) para cada familia de antibióticos que se utiliza en veterinaria, teniendo en cuenta que este límite define la concentración aceptable de una sustancia en los tejidos comestibles de un animal (músculo, hígado, riñón, grasa, leche, miel y huevos), y que al ser ingerida por un humano no constituye ningún riesgo para su salud [1-3]. Por tanto, es importante tener métodos analíticos que sean capaces de determinar estos residuos.
 

En nuestro laboratorio en la Universitat Jaume I de Castello, hemos estado desarrollando diferentes métodos en alimentos de origen animal, en este caso en concreto, haciendo uso de la técnica de cromatografía líquida micelar (MLC) [4,5]. Es necesario que todos los procedimientos hayan sido validados siguiendo varias guías establecidas por organismos oficiales con el objeto de garantizar la fiabilidad y calidad de los resultados [6]. Una de las ventajas del MLC es que permite la inyección directa de muestras fisiológicas y de alimentos, lo que reduce considerablemente la etapa de pretratamiento de las mismas, así como la pérdida de analitos. Otra ventaja es que las fases móviles micelares utilizan menos cantidad de disolvente orgánico que las empleadas en la HPLC convencional, lo que hace que por un lado los métodos se califican de química verde, y que se reduzcan los costes, de otra.

 

Finalmente, también cabe destacar que hay una necesidad de mejorar las prácticas de higiene en las granjas y reducir el hacinamiento de los animales para reducir el número de animales infectados por contagio directo, a pesar del incremento de costes que supondría. En este sentido, hay que educar a los consumidores a entender que los alimentos más saludables pueden tener un precio más alto. Además que se deben buscar nuevas alternativas al uso de antibióticos en la alimentación animal, potenciando aquellas investigaciones que vayan encaminadas a este tipo de estudio.

 

Referencias
[1] Council Regulation No 1831/2003 del Parlamento Europeo i del Council del 22 de Septiembre 2003 sobre el uso de los aditivos en la nutrición de los animales. Off. J. Eur. Union, L268, 29-43 (2003).
[2] Council Regulation 2377/90/EC del 26 de Junio 1990. Off. J. Eur. Union, L224, 1-8 (1990).
[3] U.S. Food and Drug Administration. Protecting and Promoting Your health. http://www.fda.gov/Food/FoodIngredientsPackaging/FoodAdditives/ucm228269.htm
[4] M. Rambla-Alegre, M.A. Collado-Sanchez, J. Esteve-Romero, S. Carda-Broch. Anal Bioanal. Chem 400 (2011) 1303-1313.
[5] M. Rambla-Alegre, J. Peris-Vicente, J. Esteve-Romero, S Carda-Broch, Food Chem 4 (2010) 1294-1302.
[6] Commission Decision 2002/657/EC del 12 de Agosto 2002. Off. J. Eur. Union, L221, 8-36 (2002).
 




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