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23/11/2012

Federico Pallardó Calatayud, decano de la Facultad de Medicina y Odontología de la Universitat de València

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El catedrático de Fisiología Federico Pallardó ha dedicado gran parte de su carrera a profundizar en el llamado estrés oxidativo de las células, un proceso que ocurre de manera natural cuando envejecemos o practicamos deporte, pero que también ocurre en enfermedades como las neurodegenerativas y ciertos cánceres. El investigador nos habla de diferentes antioxidantes, incluidos los famosos suplementos vitamínicos, y de sus efectos. Actualmente trabaja en un nuevo abordaje para combatir células cancerosas en enfermedades raras desde su grupo de investigación en el Instituto de Investigación Sanitaria del Hospital Clínico de Valencia (INCLIVA), y desde el Centro de Investigación Biomédica en Red de Enfermedades Raras (CIBERER).



AUTOR: RUVID

¿Qué causa el estrés oxidativo?
Se desencadena cuando hay más sustancias oxidantes que antioxidantes en nuestras células. Nuestro cuerpo produce ambas sustancias de manera natural que se contrarrestan, pero factores externos o internos pueden provocar desequilibrios que causan daño celular. Entre las moléculas oxidantes, están los radicales libres que llegan a destruir proteínas, dañar el ADN y perforar membranas de células. Factores ambientales como las radiaciones ultravioleta, por ejemplo, producen estos radicales libres pero también los fabrican nuestras células automáticamente. Si la producción es excesiva, estas moléculas son dañinas y hay que tomar medidas preventivas. Por eso, es muy recomendable la ingesta de estrógenos naturales, los llamados fitoestrógenos como la soja y otros antioxidantes naturales como las vitaminas presentes en frutas y verduras. Gracias a una alimentación sana, se consiguen administraciones de antioxidantes en dosis bajas durante muchos años.
 

Para combatir el envejecimiento de nuestras células, ¿es conveniente tomar suplementos vitamínicos?
La investigación en antioxidantes está muy distorsionada por la industria. Hace varias décadas que se nos bombardea con mensajes incitando a tomar grandes dosis de vitaminas. Sin embargo, salvo en situaciones puntuales, como en la gestación o en personas con problemas de absorción intestinal, lo cierto es que en la mayor parte de los casos no está justificada la ingesta de suplementos vitamínicos. Lo recomendable es no fumar y reducir la ingesta de carnes rojas ya que favorecen los procesos de oxidación, seguir la dieta mediterránea, y desarrollar una actividad física moderada al aire libre.


En cualquier caso, con una analítica se comprueba si se sufre un déficit vitamínico y la administración de suplementos siempre ha de ser con prescripción y control médico. De hecho, hay vitaminas que son liposolubles y se almacenan en la grasa como la A, D, E y la K. Una persona que repentinamente inicia una dieta de adelgazamiento salvaje empieza a perder las reservas de grasa y también estas vitaminas. Sin embargo, también es perniciosa una administración excesiva de vitaminas liposolubles porque se almacenan en el hígado. No se debe uno automedicar, no son caramelos.


¿Qué ocurre en el caso de los deportistas?
Hemos trabajado en este campo. La investigadora principal de esta línea de investigación es la doctora Gómez Cabrera, bajo la dirección del doctor José Viña. Ya se sabía que el ejercicio físico causaba estrés oxidativo pero es positivo para nuestro organismo hasta cierto punto. Entrenamos para desarrollar fuerza muscular y aumentar el rendimiento deportivo. El estrés oxidativo es una señal metabólica de formación de nueva masa muscular. De modo que si bloqueamos esa señal con antioxidantes, el músculo no se hipertrofia, no se genera más masa muscular y disminuye el rendimiento del atleta. Este descubrimiento revolucionó la medicina deportiva porque demostraba que tomar antioxidantes en grandes cantidades era un error. Sin embargo, es cierto que el antioxidante parece actuar como protector frente a ciertas lesiones musculares.
 

Antes de iniciar un proceso de entrenamiento, el atleta debe conocer sus niveles de vitaminas C y E y en algunos casos puntuales es posible que requiera un suplemento vitamínico. En cualquier caso siempre habrá que hacer un seguimiento médico, medir las dosis y ver si los niveles de antioxidantes en sangre se mantienen. Pero no es conveniente que cualquier persona que realice una actividad física tome de forma regular y sistemática antioxidantes. Como digo, se ha demostrado que hasta es contraproducente.
 

¿Qué papel juegan los estrógenos en el envejecimiento?
Una de las fuentes fundamentales de estrés oxidativo es la mitocondria, la parte de la célula donde se produce la energía necesaria para el funcionamiento de la célula pero que genera a la vez una especie de subproducto: los radicales libres, las moléculas oxidantes por excelencia. Observamos que las mitocondrias de las células de ratas macho producen más radicales libres que las de las hembras. En cambio, si se les extrae los ovarios, producen la misma cantidad de agentes oxidantes pero, si se les administra estrógenos, vuelven a los niveles originales. Luego, los estrógenos actúan protegiendo a las mitocondrias y evitando así la producción de oxidantes, en pocas palabras, protegen contra el envejecimiento. De ahí que podemos afirmar que es una explicación a por qué las mujeres viven más que los hombres.


Como comentaba, los estrógenos de origen vegetal, como la soja, también actúan como antioxidantes. La administración de estos estrógenos ha sido muy debatida. Unos estudios demostraron que la famosa terapia hormonal sustitutiva recetada tras la menopausia aumentaba la incidencia de cánceres en la mujer. Ahora está suficientemente comprobado que es cuestión de dosis. Si se trata de una dosis farmacológica altas sí que existe un aumento de la incidencia de cáncer, pero si son más bajas y más con las nuevas moléculas con capacidad estrogénica, se demuestra que el efecto es beneficioso. En esta línea participa la doctora Consuelo Borrás dirigida por el profesor José Viña.


Han examinado incluso el estrés oxidativo en neonatos.
Fue un trabajo liderado por el doctor Máximo Vento y en su momento fue un tema muy debatido pero se ha demostrado que eran acertadas sus conclusiones. La resucitación en los recién nacidos en Europa se hacía con aire, y en Estados Unidos con oxígeno. Con un modelo experimental y después con niños nosotros demostramos que la ventilación con aire era más beneficiosa al generar menos estrés oxidativo. Es curioso pero el oxígeno es una mezcla de amigo y enemigo. Nos hemos tenido que adaptar a una atmósfera con un 21% de oxígeno, una atmósfera oxidante. Las células de nuestro cuerpo, en cambio, tienen una presión mucho más baja, un 5% aproximadamente, por lo que el organismo humano ha desarrollado mecanismos antioxidantes para defenderse. Por eso, llegamos a la conclusión que dar unas presiones de oxígeno muy elevadas como con la resucitación es lesivo para las células.


¿Cuál es su principal línea de investigación actual?
Estudio temas relacionados con el proceso fisiopatológico comparando cómo funcionamos en condiciones normales y durante una enfermedad. Me he centrado fundamentalmente por un lado en la regulación del ciclo celular, es decir, cómo las células proliferan y mueren durante lo cual hay estés oxidativo y, por otro, en situaciones de enfermedad, especialmente enfermedades raras. Por cierto, se llaman raras como traducción errónea del inglés, en realidad deberían llamarse poco frecuentes. En conjunto hay más de 7.000 de estas enfermedades con millones de afectados solo en Europa, más de 500.000 personas en España. Estas enfermedades pueden ser mortales, crónicas o leves pero muchas de ellas cursan con estrés oxidativo y con alteración de los genes, la llamada inestabilidad del genoma, cuando no se reparan correctamente o presentan mutaciones. Además de mutaciones reales de algunos genes en ocasiones hay un problema en la expresión de los genes, la regulación epigenética. De modo que estudiamos la vinculación entre estos procesos.


Explíquenos la relación del estrés oxidativo con las enfermedades raras.
Hemos observado que ciertas enfermedades raras llevan un componente de estrés oxidativo muy importante, lo que significa que las células no proliferan y se produce una atrofia del tejido que puede dar lugar a neurodegeneraciones. También ocurre que proliferan de forma anormal y se produce un cáncer. Nosotros estudiamos el papel de varios antioxidantes producidos por las propias células y los mecanismos de reparación. El doctor responsable de esta línea en el CIBERER es José Luis García Jiménez y ha demostrado que en algunas enfermedades raras se produce una alteración en los procesos de destrucción de las células y eso está modulado por el estrés oxidativo. Cuanto mayor es el estrés, la reparación funciona peor. La célula entra en un círculo vicioso del cual nosotros pretendemos sacarla mediante diferentes estrategias.


Por otro lado, cuando modificas los procesos de destrucción de proteínas en una célula que es cancerosa, estás matándola. De tal modo que es una potencial estrategia terapéutica, de hecho hay varios fármacos en estudio que se centran en alterar los procesos de destrucción de proteínas. Es un abordaje que iniciamos ahora y que pensamos que tiene un gran potencial.


¿Cuándo se podría llevar a la fase clínica?
Aún tardará ya que todavía estamos en la fase de líneas celulares. En estos momentos, colaboramos con el director del CIBER de Enfermedades Raras, el doctor Francesc Palau, y después también con el doctor Pascual Sanz en una enfermedad que produce epilepsia. Hemos descrito algunos fármacos que bloquean la actividad del proteasoma, la maquinaria enzimática que destruye las proteínas. Esperamos en el futuro desarrollar estos fármacos.


En cualquier caso, el CIBERER se encuentra actualmente en una situación inestable. Esperamos que los CIBER se mantengan y se consoliden porque fue una apuesta muy interesante para avanzar en diferentes patologías, favoreciendo la formación de equipos mixtos entre investigadores que procedían de la ciencia básica, como es mi caso, y expertos en investigación clínica. En el caso de las enfermedades raras es especialmente necesario trabajar en red con profesionales de diferentes hospitales nacionales e internacionales porque por definición existen pocos casos.


Por otro lado, desarrolla su actividad como investigador principal de un grupo del Instituto de Investigación Sanitaria del Hospital Clínico de Valencia.
La Universitat de València tiene la suerte de tener en la ciudad dos institutos de investigación sanitaria que trabajan en torno a un hospital público, siguiendo el modelo de excelencia científica impulsado por el Instituto de Salud Carlos III: el Hospital Universitari i Politècnic La Fe y el Hospital Clínico Universitario. Yo pertenezco al segundo, el INCLIVA, donde mantengo un grupo de investigación y hasta hace unos años fui director de la Unidad Central de Investigación. A pesar del tamaño medio del hospital, el INCLIVA ha tenido una nota muy alta en la última evaluación, estamos entre los primeros institutos de investigación sanitaria de España en cuanto a producción científica gracias al trabajo de las unidades mixtas de investigación entre el hospital y a la Universitat de València. En mi caso, colaboramos mucho con el Servicio de Pediatría, ya que los pediatras son los que más enfermedades raras diagnostican.


Me gustaría añadir la capacidad actual del INCLIVA es fruto del empeño del anterior director, el doctor Juan Viña. Pese a la actual situación adversa, el INCLIVA no solo se ha mantenido como un instituto de investigación con solvencia económica, sino que se está creciendo – se está incluso construyendo un edificio nuevo – gracias a sus potentes grupos de investigación, como es el caso de oncología, liderado por los doctores Ana Lluch y Andrés Cervantes, con quienes también colaboramos.


José Capmany, profesor de la Universitat Politècnica de València y galardonado con el premio Rey Jaime I 2012 de Nuevas de Tecnologías, afirmó que se necesitaba incrementar el reconocimiento a la labor investigadora realizada en nuestro país. ¿Está de acuerdo?
Los científicos somos la guinda del pastel. Todo el mundo entiende que si hay que recortar, la primera partida en verse afectada es la investigación porque el investigador va a seguir trabajando de una forma u otra porque le gusta, es una especie de deporte. Somos personal docente investigador pero, aunque se nos conceden sexenios de investigación, por desgracia sigue siendo voluntario. Aun así lo cierto es que la mayor parte de la investigación realizada en la Comunitat Valenciana procede de las universidades públicas. Imagínate si recibiéramos la financiación y el estímulo adecuados.


Como miembro del comité asesor científico de la Fundación Valenciana de Estudios Avanzados, uno de los organizadores de los premios, he tenido la suerte de formar parte del jurado en dos ocasiones. Resulta una experiencia fascinante ver como los premios Nobel discriminan rápidamente los currículos buenos de los regulares según estén enfocados y el potencial de crecimiento de su área de trabajo. Demuestran una visión de conjunto de la ciencia de frontera. Es una pena porque si estos premios se celebraran en Barcelona o Madrid, los tendríamos en la televisión todos los días. Esa manera de ningunear los galardones es injusta. Creo que no reciben la repercusión que se merecen porque se celebran en Valencia, son premios nacionales, y no se conceden a gente mediática como a una selección extranjera de fútbol. La calidad científica del jurado es espectacular, está entre los cinco jurados a nivel internacional más potentes del mundo. La dotación económica también es muy buena. No sé durante cuánto tiempo se podrán mantener pero superan cualquier otro premio nacional.
 


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