10/07/2012

Mejorar la salud emocional de las personas ingresadas en la UCI

Según la UJI, el ingreso en una Unidad de Cuidados Intensivos es una experiencia estresante y disruptiva para las personas implicadas, especialmente los pacientes, que en un 20% de los casos presentan ansiedad y en un 23-27% depresión, y sus familiares, en los que el porcentaje de ansiedad se eleva a un 76% y el de depresión a un 42-60%.



AUTOR: UJI

La investigación realizada por la Universitat Jaume I con el fin de desarrollar programas de prevención e intervención que mejoren el bienestar y calidad de vida de estas personas, revela además discrepancias importantes entre ambos a la hora de decidir quién debe tomar las decisiones sobre la persona ingresada, de forma que los pacientes creen que les corresponde a ellos seguidos por el psicólogo y el médico y dejando en último lugar la opinión de la familia; mientras que los familiares consideran que ellos deben tener un papel más relevante que el médico y dejan en último lugar al propio paciente.

 

Estos datos son el resultado de la tesis doctoral defendida por Beatriz Gil-Juliá este martes 10 de julio de 2012 que lleva por título “Afectación emocional asociada al ingreso en una Unidad de Cuidados Intensivos”, una tesis dirigida por Rafael Ballester, profesor titular del Departamento de Psicología Básica, Clínica y Psicobiología y Ricardo Abizanda, exjefe de servicio de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital General de Castellón. Se trata de la primera tesis interdisciplinar que se presenta desde que se constituyó la nueva Facultad de Ciencias de la Salud y es un producto de la investigación psicológica en el contexto sanitario. En ella se presenta parte de los resultados de un proyecto de investigación más amplio financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia y la Generalitat Valenciana y de una línea de investigación que se inició ya en el año 2005 y que ya ha dado resultados en otros ámbitos como los riesgos psicológicos del personal que trabaja en estas unidades.

 

Las Unidades de Cuidados Intensivos presentan características diferenciales que junto a la gravedad médica del paciente pueden contribuir a que el ingreso en las mismas constituya una experiencia estresante y disruptiva para las personas implicadas. Desde este marco esta investigación en líneas generales se ha centrado en el análisis de la realidad subjetiva asociada al ingreso en una UCI, valorando el grado de afectación psicológica de los pacientes y sus familiares así como el posible papel modulador de distintos factores en dicha afectación.

 

El aspecto mejor valorado de la estancia en UCI por parte de los pacientes ha sido la atención médica y los peor valorados, la falta de silencio y las escasas posibilidades de distraerse. El dolor, estar encamado todo el día y no poder estar con los familiares más cercanos han sido identificados como los principales estresores. Un resultado interesante, según explica Gil-Julià, “es que en el proceso de toma de decisiones, los pacientes se consideran los principales agentes a tener en cuenta, seguidos por el psicólogo y el médico y dejando en último lugar la opinión de la familia. Casi tres cuartas partes se sienten capacitados perfectamente para participar en las tomas de decisiones aunque para uno de cada cinco esto constituye más una carga que un privilegio”. Asimismo la mayoría prefiere que los médicos sean prudentes a la hora de informar y que no digan lo que aún no es seguro, es decir, que no anticipen posibles riesgos.

 

Por lo que respecta a los familiares, sus principales estresores son que el paciente pueda morir o sufrir alguna consecuencia médica grave y que no obtenga alivio para su dolor así como lo inesperado del ingreso en UCI y no estar cerca de su ser querido. El tiempo libre y el trabajo son las áreas en las que más interfiere el ingreso en UCI en la vida de los familiares. Y el tipo de familiar que más interferencia sufre es la pareja. Asimismo muestran una gran satisfacción por la atención y cuidados médicos recibidos por el paciente aunque echan de menos una mayor atención a sus propias necesidades como familiares. Curiosamente en el proceso de toma de decisiones, consideran que ellos deben tener un papel más relevante que el médico y dejan en último lugar al propio paciente. Eso sí, según explica la investigadora, “sólo una quinta parte se sienten capacitados para intervenir en la toma de decisiones y para algo más de la mitad, participar en ella supone más una carga que un privilegio”.

 

Esta investigación supone un paso previo y necesario para poder implementar programas tanto de prevención como de intervención que mejoren el bienestar y calidad de vida de las personas que, por diversas circunstancias, se ven sometidas al impacto de esta experiencia y puede tener asimismo una repercusión importante en la calidad asistencial que se dé a pacientes y familiares.


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