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16/09/2010

Rosa Baños Rivera, catedrática de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos, Universitat de València

“Gracias a Internet hemos ampliado el alcance de los tratamientos psicológicos”

El equipo formado por la Unidad de Bioingeniería de la Universidad Politécnica de Valencia, y los departamentos de Psicología Clínica de las Universidades Jaume I y la Universitat de València ha demostrado con creces la utilidad de las nuevas tecnologías para la promoción del bienestar físico y psicológico. El último colectivo en probar una aplicación desarrollada por este equipo son los astronautas del programa internacional Mars500. La catedrática de la Universitat de València Rosa Baños es una de las impulsoras de este y de otros muchos programas de realidad virtual que han ayudado a cientos de personas a superar sus miedos y a alcanzar la felicidad.



AUTOR: RUVID

Cristina Botella, Mariano Alcañiz y usted forman un trío muy reconocido en el mundo de la aplicación de las nuevas tecnologías a la psicología clínica, ¿cómo se formó esta alianza?

La doctora Botella y yo coincidimos en los primeros años de la creación de la Universitat Jaume I (UJI), ella llegó desde la Universidad de Murcia y yo era profesora transferida de la Universitat de València. Mi especialidad era la psicopatología, es decir, la investigación básica en psicología clínica, mientras que Cristina se había dedicado a los tratamientos, de modo que empezamos a trabajar juntas ya que eran ámbitos complementarios. Eran los inicios de Labsitec, el Laboratorio de Psicología y Tecnología.

 

A mediados de los años 90, llegaron unos fondos europeos FEDER a las universidades, y la UJI decidió dotar a los grupos de investigación de infraestructura para promover esta actividad. Habíamos leído algunas referencias sobre las posibles aplicaciones de la realidad virtual pero todavía sonaban a ciencia ficción. De hecho, no había todavía ningún estudio publicado sobre su empleo en la psicología. Sin embargo, apostamos por esta nueva tecnología pensando que tenía un gran potencial y decidimos destinar los fondos europeos a la adquisición de un equipo de realidad virtual.

 

Para situarnos, en aquel momento estaba empezando Internet y no había ni teléfonos móviles… pero intuimos que todo este mundo de las nuevas tecnologías de la comunicación iba a revolucionar el modo en el que nos relacionamos y vemos el mundo, incluso afectarían a cómo nos entendemos a nosotros mismos. La psicología no sólo no podía quedar al margen de todo esto, sino que se podía beneficiar de las innovaciones.

 

A través de la única empresa española que entonces distribuía esa tecnología, contactamos con el ingeniero de la Universidad Politécnica de Valencia Mariano Alcañiz. El profesor Alcañiz empezaba a explorar estos terrenos aplicados a la medicina y la cirugía pero se mostró muy interesado en nuestras ideas. Así que viajamos hasta Londres con el fin de ver el primer aparato. A partir de ese momento, arrancó una línea de investigación que ha perdurado en el tiempo, a pesar de que yo me reincorporé a la Universitat de València. Tan exitosa ha sido la unión que, desde las tres universidades, creamos hace algo más de un año el Instituto Interuniversitario de Investigación en Bioingeniería y Tecnología Orientada al Ser Humano (I3BH).

 

¿Cuál fue la primera aplicación de ese aparato de realidad virtual?

 

Pensábamos que la tecnología era idónea para el tratamiento de fobias. El tratamiento más eficaz para este problema es exponer a la persona de una manera gradual a aquello que teme. Esto generalmente se hacía (y se sigue haciendo) en vivo.


Por ejemplo, si un paciente tiene miedo a las arañas, se le coloca una a cierta distancia y poco a poco se acerca. Sin embargo, muchas veces esto no es factible, como con el miedo a volar. El terapeuta puede llegar a embarcar con el paciente, pero no es posible garantizar que la exposición sea progresiva porque las condiciones son incontrolables: retrasos, mal tiempo, turbulencias, etc. La fobia a las cucarachas resulta también problemático porque en invierno son complicadísimas de encontrar. Otro caso es el miedo a hablar en público ya que es muy difícil recrear la situación exacta que el paciente ha de afrontar. En estos casos, generalmente se suple con la imaginación.

 

La realidad virtual, en cambio, ofrecía recrear un mundo a la medida de las necesidades del paciente, con total disponibilidad horaria. Íbamos a iniciar un estudio sobre la acrofobia (miedo a las alturas) cuando se nos adelantó otro grupo de investigación por lo que optamos por la claustrofobia (miedo a los espacios cerrados). Muchas personas claustrofóbicas padecen también agorafobia (miedo a las aglomeraciones y a las situaciones incontrolables), y observamos que nuestros tratamientos resultaban también eficaces con personas que padecían este problema. A partir de aquí aplicamos la tecnología a otros miedos y trastornos de ansiedad.

 

Por otro lado, llevábamos mucho tiempo estudiando los trastornos alimentarios -de hecho dirigimos el primer master en España sobre estas cuestiones-. Un aspecto muy relevante dentro de los trastornos alimentarios son los problemas de imagen corporal. Transmitir la imagen corporal, evaluarla y modificarla es de una gran complejidad porque se trata de una representación mental, así que aplicamos también la realidad virtual porque pensamos que podía ser una buena herramienta para “fisicalizar” esa imagen que la paciente tenía en la cabeza.

 

De ahí han progresado a otros colectivos como jugadores patológicos, mujeres maltratadas, enfermos de fibromialgia, personas mayores, niños obesos…

 

Hemos ampliado tanto los colectivos, como las herramientas que empleamos, ya que enseguida percibimos el enorme potencial de Internet. Afortunadamente en los últimos 30 años, los avances en los tratamientos psicológicos han sido espectaculares y disponemos de instrumentos y estrategias terapéuticas muy útiles para muchos problemas. Sin embargo, frecuentemente falla la diseminación de los avances y permanecen en los centros de investigación o de salud muy específicos. Con Internet, en cambio, era posible llegar a todo el mundo de una manera fácil y económica.

 

Empezamos a ver las posibilidades de la telepsicología para problemas sin demasiada complejidad asociada. “Sin miedo” y “Háblame” eran dos programas sencillos autoaplicados disponibles en la Web. Progresivamente hemos incorporado diferentes herramientas innovadoras a los tratamientos gracias al avance vertiginoso de las nuevas tecnologías y la aparición de dispositivos móviles como los iphones, ipads, teléfonos móviles, etc.

 

¿Otros investigadores españoles del ámbito de la psicología han seguido su ejemplo?


Quienes nos dedicamos a esto nos caracterizamos por estar abiertos a la innovación. Al contrario de otros colectivos que quizás vean las nuevas tecnologías como una moda pasajera o incluso una amenaza, en general los investigadores en psicología las han acogido con entusiasmo y han surgido en España grupos muy potentes que explotan sus potencialidades.

 

De hecho, lideramos un proyecto Consolider en el que participan distintas universidades y centros de investigación cuyo interés fundamental es utilizar las nuevas tecnologías como una herramienta útil para la promoción del bienestar físico y psicológico.

 

¿En general los ciudadanos somos conscientes de la importancia del bienestar psicológico?


Cada vez más. Hay que tener en cuenta que nos encontramos en la “Sociedad del Bienestar”. En el primer mundo, nuestras necesidades primarias están cubiertas y nuestra esperanza de vida se ha incrementado de una manera espectacular en los últimos años. Por tanto, empezamos a gozar de mucho tiempo libre. Esto hace que reflexionemos sobre cómo queremos estar en el mundo y que busquemos ser felices. De hecho, somos los primeros seres humanos para los cuales la felicidad es una meta y un fin claro y explícito.

 

Todo esto está propiciando dentro de la psicología un movimiento llamado la Psicología Positiva que persigue elevar la búsqueda de la felicidad a campo digno de estudio científico. Esto hasta la fecha era impensable porque la felicidad se consideraba un tema frívolo y poco serio. Los seguidores de la Psicología Positiva opinan que necesitamos seguir investigando y dedicando recursos a conocer y comprender los problemas psicológicos, así como ponerles remedio. Sin embargo, consideran igual de relevante descubrir por qué hay personas menos vulnerables a esos problemas y cómo ese conocimiento puede hacernos más fuertes y mejores personas. Esta filosofía está también en la calle, no hay más que fijarse en los anuncios: hoy en día la felicidad vende.

 

¿Cuál es el siguiente objetivo de Labsitec?


El gran reto tecnológico es diseñar plataformas dotadas de inteligencia de tal manera que ayude a los servicios clínicos de psicología a tomar decisiones en sus actividades de evaluación, tratamiento, y de prevención de los problemas psicológicos, así como de promoción de hábitos de vida saludables. Pero además deseamos que lleguen a toda la población estos servicios y sean capaces de adaptarse a las necesidades específicas de cada persona atendiendo a su perfil, a sus problemas y a su disponibilidad.

 

Como temáticas futuras tenemos muchas, por un lado seguir con la línea de investigación en problemas emocionales, especialmente en métodos de prevención, y la diseminación de ese conocimiento. Otro de los grandes retos es la promoción de la actividad física, lo que llamamos la activación comportamental, un aspecto clave en el tratamiento de la obesidad, de la depresión, y del envejecimiento activo. Uno de los riesgos de las nuevas tecnologías es que nos puede inmovilizar, sin embargo, pensamos que también pueden ser nuestras aliadas en la promoción del ejercicio físico. Del mismo modo que Internet, por ejemplo, ha demostrado que no solo no ha limitado la actividad social, sino que la ha promovido.

 

Hasta el momento hemos hablado de los beneficios de los tratamientos con las nuevas tecnologías pero, ¿han encontrado algún tipo de rechazo?

 

En efecto. Un efecto secundario de la realidad virtual, pongamos por caso, es el mareo o las náuseas que provoca en algunas personas si se utiliza durante un tiempo excesivo. También hemos comprobado que hay pacientes a quienes les cuesta entrar en el mundo virtual. Por otro lado, cuando empleamos Internet, sacrificamos parte de la empatía necesaria en la terapia, es decir, el cara a cara con el psicólogo clínico. De modo que debemos pensar en esta terapia como complementaria a la tradicional. Otras veces, las nuevas tecnologías resultan contraproducentes, como sucede con la búsqueda de información en Internet sobre problemas médicos o psicológicos que no está contrastada científicamente o que no es la adecuada para esa persona en ese momento.

 

Su iniciativa más novedosa es la participación en el programa internacional Mars500 que simula un vuelo tripulado a Marte de 500 días de duración. ¿En qué consiste el experimento?


En total se llevarán a cabo 104 experimentos y el único en el que hay participación española es el nuestro: el proyecto EARTH (Emotional Activities Related to Health using Virtual Reality). En resumen, hemos desarrollado aplicaciones de realidad virtual capaces de inducir estados de ánimo positivos que contribuyan a controlar el estrés de los astronautas. En una misión de estas características, de larga duración y en las condiciones de confinamiento en las que se encuentra, surgen problemas médicos pero también psicológicos. Debemos también considerar los efectos en la demora de las comunicaciones y el hecho de que, en el futuro, estas personas serán los primeros seres humanos que dejen incluso de tener contacto ocular con la Tierra. De modo que han de tener una gran fortaleza física y psicológica para afrontar esta situación y nuestras aplicaciones pueden servir de entrenamiento.

 

Más adelante, esperemos que el programa sirva como una herramienta útil durante su estancia real en el espacio. Aparte, será una herramienta que adoptará el Instituto Ruso de Problemas Biomédicos (IBMP) y la Agencia Espacial Europea (ESA) para otros proyectos. Esta aplicación incluso se podría adaptar para ser utilizada en otras situaciones de confinamiento no voluntario como, por ejemplo, en el caso de mineros atrapados bajo tierra.

 

¿Ya disponen de resultados provisionales?


Los astronautas se encerraron el 3 de junio en el IBMP ubicado en Moscú (Rusia) y recibimos feedback de ellos todos los meses. Es pronto todavía para hacer una valoración definitiva de nuestro sistema pero estamos satisfechos porque de momento siguen allí y están contentos. Ese era nuestro principal objetivo, por los que todo marcha según lo previsto. Puedo adelantar que los astronautas acceden a la aplicación con una gran frecuencia y que les resulta útil, según nos cuentan.
 


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