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13/10/2010

Victoria Tur Viñes, directora del Dpto. de Comunicación y Psicología Social Universidad de Alicante

''Nuestro hijos serán excelentes estrategas gracias a los videojuegos''

Tras licenciarse en Psicología, Victoria Tur empezó su tesis doctoral analizando la comunicación publicitaria de juguetes en televisión pero decidió ampliar el estudio a la interpretación de los mensajes por parte del receptor. A partir de entonces, sus investigaciones en el grupo de Comunicación y Públicos Específicos de la Universidad de Alicante le han permitido profundizar en diferentes ámbitos de la relación de la infancia con los medios de comunicación. Como directora del Dpto. de Comunicación y Psicología Social y vicepresidenta de la Asociación Internacional para la Investigación sobre Infancia, Juventud y Comunicación, es una firme defensora de los efectos positivos de los medios audiovisuales sobre los menores, siempre y cuando los padres supervisen ese consumo.



AUTOR: RUVID

Sus investigaciones más recientes se orientan a la medición de la calidad de los programas televisivos. ¿Cómo de avanzado está el proyecto?

Nos preguntamos si era posible medir la calidad de los contenidos audiovisuales y garantizar que en todos los procesos de diseño y de programación en las cadenas de televisión prevaleciera el concepto de calidad. Gracias a un proyecto financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación durante tres años hemos estudiado la estructura de esa calidad y la manera de medirla. El siguiente paso es validar el modelo con todos los agentes relacionados con este ámbito: productoras de programas infantiles, consejos audiovisuales, responsables de la programación infantil de las cadenas de televisión, asociaciones de padres y pedagogos. La finalidad última del proyecto es desarrollar un certificado para los contenidos audiovisuales infantiles. Sería algo así como el Código PEGI de los videojuegos que informa sobre el tipo de contenido de los mismos a través de iconos. Esta información es muy valiosa tanto para el usuario final, como para los padres que compran el producto y desean comprobar que se adecua al nivel madurativo de sus hijos.

 

Por tanto, ¿persiguen trasladar este sistema de códigos a la televisión?

Sí, porque creemos que falta información sobre los programas que ven nuestros hijos. Las propias televisiones nos han escrito interesándose por los resultados de la investigación porque ellos mismos necesitan pautas orientativas para comprar programas con criterio y para programarlos adecuadamente.

 

El problema radica en que se consideran infantes a todos los niños entre cuatro y doce años y, a nivel de productos y de programación, se consideran como un bloque, sin diferenciaciones. Sin embargo, en ese tramo de edad se producen los cambios más importantes de la persona. Cada edad tiene sus propias necesidades y posibilidades de decodificación de los mensajes, por eso los contenidos han de adaptarse al público.

 

Hoy por hoy las cadenas temáticas están diferenciando más los programas y agrupan en franjas horarias las series que van enfocadas a preescolar distinguiéndolas de las que tienen un corte más preadolescente. Las televisiones generalistas, en cambio, mezclan programas sin criterio. Creo que existe en estas cadenas, además, una crisis de ideas y un miedo a asumir riesgos en programación televisiva. Se conforman con programar aquello que goza de una cuota de audiencia interesante que permite que ese espacio resulte rentable para los anunciantes publicitarios. Sin embargo, la televisión pública tiene una responsabilidad social y debería elegir mejor los contenidos y proporcionar una oferta diversa.

 

¿Cómo se define la calidad?

Los contenidos audiovisuales de calidad cumplen una serie de requisitos como, por ejemplo, cumplir la normativa vigente y tener la capacidad de entretener. Deben ser formativos sin perder de vista que el uso fundamental que hacemos de la televisión, hoy por hoy, es un uso más vinculado al ocio y al entretenimiento. También han de incorporar las mejores técnicas audiovisuales disponibles en el mercado y procurar que, tanto la trama, como el diseño del contenido, incorporen una alta dosis de creatividad y de innovación. Otras características necesarias incluyen la necesidad de sorpresa y el respeto a las normas incluidas en los códigos éticos y morales. Asimismo, los creadores de programas infantiles han de cuidar la especial vulnerabilidad de este público que se encuentra en formación. Hoy en día todos estos principios se intuyen pero no se materializan en un protocolo de actuación concreto.

 

¿Nuestros niños están lo suficientemente protegidos? ¿Existe una regulación de contenidos?

La regulación es muy ambigua en este ámbito. La nueva legislación intenta concretar un poco más pero realmente la única obligación de los programadores de contenidos infantiles es incluir una serie de iconos: la recomendación de edad, la opción de teletexto para disminuidos auditivos y si el sonido es en audio o en estéreo. Para unos padres que deseen elegir una programación apropiada para sus hijos, esta información es irrelevante. En cuanto a los contenidos, se describe la trama del capítulo o de la película, pero no se incluye una valoración sobre sus aspectos positivos o negativos que provean al padre/madre información para elegir.

 

En este sentido, una de las aportaciones que intenta hacer nuestro proyecto sobre el código PEGI de los videojuegos es señalar no solo los contenidos potencialmente perjudiciales, sino también los contenidos positivos y formativos, como la incorporación de moralejas o valores interesantes como la convivencia interracial, por ejemplo o la proactividad.

 

¿Cuál es en su opinión el mayor peligro de la televisión para la infancia?

Existe mucha literatura sobre los contenidos negativos que proyectan los programas de televisión. En los años 1980 se estudió cómo los contenidos violentos podían ejercer de modelos para un niño en formación. Todo ese esfuerzo investigador ha dado sus frutos y en este momento las productoras audiovisuales tienen muy en cuenta el peso de la crítica y se autorregulan. De hecho, hemos medido dentro del proyecto la presencia de contenidos fundamentalmente agresivos en el total de programas emitidos y es anecdótica.

 

En mi opinión, el mayor peligro no se encuentra en los contenidos, sino en el uso que se hace del medio. Es decir, el permitir que el niño pase gran parte de su tiempo libre frente a un televisor conlleva el riesgo de que confunda la realidad con la ficción y que pierda contacto humano y aprendizaje social. Lo peor es que normalmente pasan este tiempo en soledad porque los padres aprovechan este tiempo para hacer otras cosas en el hogar. De modo que la televisión muchas veces funciona de niñera sin coste económico para la familia.

 

¿Los niños ven demasiada televisión? ¿Cuál es su hábito de visionado televisivo?

En comparación con una persona mayor de 65 años que dedica una media de cinco horas y media diarias a la televisión, un niño destina dos horas y media. Vemos que no es el sector que más ve la televisión, sin embargo es un público que consume muchos medios audiovisuales. Está comprobado que ha disminuido el consumo de televisión pero aumenta progresivamente el tiempo que permanecen frente a otras pantallas: el ordenador, el teléfono móvil, o las consolas.

 

Pero no tiene por qué ser un dato negativo, ¿verdad?

Soy una defensora de las aportaciones de los medios audiovisuales a la construcción de la personalidad de nuestros futuros adultos. Existen determinados videojuegos, por ejemplo, que les hacen pensar de forma estratégica a una edad muy temprana. Han de tomar decisiones muy rápidas manejando muchas variables y lo hacen de forma muy eficaz. En el futuro tendrán una gran capacidad estratégica.

 

Por otro lado, una de las grandes críticas a estos medios era que fomentaban el sedentarismo pero los productores de contenidos se han dado cuenta y han inventado aplicaciones como la Wii que invita a participar al entorno familiar del niño a la vez que promueve el ejercicio físico.

 

Además, gracias a Internet es posible relacionarse con muchas otras personas de fuera de su entorno de modo que fomenta la sociabilidad.

Efectivamente. Los niños activos en las redes sociales tienen unos contactos diferentes a los personales, de otra calidad y características, pero su núcleo social es mucho más extenso que el nuestro cuando teníamos su edad. La gestión de dichas relaciones implica tiempo, pero realizan a la vez un aprendizaje social, e incluso de idiomas porque muchas veces las interacciones son en inglés. Vemos que hay aspectos positivos aunque en el ámbito investigador ha prevalecido el enfoque crítico que demonizaba a los medios. Simplemente hay que hacer un buen uso de esos medios y los padres han de mediar en ese aprendizaje.

 

Los padres están inmersos en una dinámica de trabajo frenético con una alta dedicación profesional y hay determinados aspectos en el hogar en los que no se suele actuar, como es el caso del consumo de contenidos audiovisuales. Esto se deja en manos de la escuela, el problema es que todavía no se contempla como contenido curricular. Pienso que hay una cierta negligencia en este sentido y debemos concienciar a los padres que, igual que toman decisiones sobre la alimentación o el vestuario, también deben elegir los contenidos que se ajustan a la edad de sus hijos. Gracias a ese control, lograremos que tengan mayor competencia audiovisual.

 

¿Es la recomendación que traslada a los padres que asisten a sus conferencias?

Sí. Sobre todo les animo a que relativicen el peso de los contenidos y que cambien el comportamiento de consumo de esos medios. Esto no es fácil porque supone imponerse, no obstante, es muy positivo a la hora de construir una personalidad que el adulto sea activo en todas las facetas y que marque unos límites y unas pautas de comportamiento. También es esencial hacer entender a los padres que a cada edad corresponde un acompañamiento en ese aprendizaje. Cuando son pequeños, los padres han de ver los programas con el niño y explicar lo que detecten que no entienden porque solo así evitarán terrores nocturnos u otras patologías a consecuencia de un mal entendimiento de los contenidos. Si no, todo lo asimilará sin reflexión. Luego, conforme crezca el niño y evolucione como persona capaz de valorar y criticar lo que ve, se permite una relajación de ese control. En cuanto a los demás medios audiovisuales, hay muchos padres que no saben lo que es una red social, lo cual dificulta enormemente la supervisión. En Internet, los jóvenes acceden sin la madurez necesaria al mundo entero. Repito, no se trata de restringir sino de enseñar a hacer un buen uso de los medios y potenciar otras actividades menos mediáticas pero igualmente importantes para su desarrollo, como el deporte o la cultura.

 

Comentaba que sería oportuno que las escuelas formaran también en estos aspectos.

En clase se aborda el proceso de comunicación pero exclusivamente desde el punto de vista de los mensajes publicitarios, para formar a consumidores en general. Después, en la clase de Informática aprenden a utilizar determinado software, pero el buen uso de Internet y de los videojuegos queda al margen a pesar de la importancia que tienen en sus vidas.

 

Es socia fundadora de la Asociación Española de Investigación de la Comunicación (AE+IC), ¿qué persigue esta asociación?

En el ámbito de la comunicación publicitaria, hay poca tradición en la investigación académica financiada. La idea de crear esta asociación hace dos años fue la de aunar esfuerzos. Varios grupos potentes en España estudiábamos el mismo público pero con diferentes aproximaciones, y se fue generando una excelente relación entre nosotros a partir de la asistencia a congresos. El siguiente paso fue crear una asociación que nos proyectara al mundo y que nos obligara a tener encuentros anuales donde poner en común los avances de nuestras respectivas líneas de investigación. Nos hemos propuesto difundir los resultados y a medio plazo solicitar un proyecto europeo.

 

Por otro lado, usted ha ejercido un destacado papel en la adaptación de su institución al EEES, ¿era una transición necesaria?

Desde el principio pensé que era una oportunidad increíble para cambiar la docencia en la universidad. Un grupo de profesores llevamos siete años trabajando desde nuestra Red de Investigación en docencia en las asignaturas más próximas a la Creatividad y la Estrategia Publicitaria dentro de los estudios de Publicidad y Relaciones Públicas. Estas asignaturas de corte muy dinámico necesitaban un entorno de evaluación continua y de trabajo autónomo del alumno. Los principios que sustentan el EEES coincidían perfectamente con el carácter de estos estudios y hemos ido progresivamente incorporando esta manera innovadora de trabajar incluso antes de implantar los estudios de Grado. El resultado es que hemos desarrollado un programa muy interesante para el alumnado con metodologías novedosas como trabajar sobre proyectos reales y emplear el software libre para plataformas virtuales de interacción, como Moodle.
 


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