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28/06/2011

Una tesis de la UCV relaciona la conducta agresiva y la intervención familiar

Pedro Senabre, profesor en la Facultad de Ciencias de la Educación y el Deporte de la Universidad Católica de Valencia ‘San Vicente Mártir’, ha constatado que “el papel que ejerce la familia, las prácticas de parentalidad, el ajuste psicosocial y la búsqueda de sentido en la vida influyen en la predicción de la conducta agresiva del adolescente”.



AUTOR: UCV

Senabre ha obtenido la máxima calificación en la lectura de su tesis doctoral ‘Estilos parentales, ajuste personal y logro de sentido: Relación con la conducta agresiva en una muestra de adolescentes escolares’. La tesis, dirigida por Sergio Murgui Pérez y Yolanda Ruiz Ordóñez, ha sido defendida en el Aula Maior de la Universidad Católica de Valencia.

 

La tesis aporta una investigación empírica realizada sobre 771 estudiantes de Educación Secundaria Obligatoria (ESO) de colegios públicos, concertados y privados de la provincia de Valencia. Con la información aportada por los escolares, el investigador ha realizado diversos análisis estadísticos que relacionan los factores psicológicos y variables como las demensiones de parentalidad (aceptación-implicación y coerción-imposición de los padres), ajuste personal (autoestima y satisfacción con la vida), logro de sentido y conducta agresiva.

 

Senabre se ha detenido en factores como la importancia del estilo educativo seguido por los padres para la prevención de la agresividad en los adolescentes y ha afirmado que “la combinación de escaso o nulo afecto acompañado de carencias en el control parental de la conducta, está relacionado con hijos poco o nada satisfechos, con baja o nula autoestima especialmente en los dominios académico y familiar”. Todo ello, “acompañado de frustración, vacío existencial y la falta de búsqueda de un sentido en la vida son caldo de cultivo de comportamientos violentos”, ha manifestado.

 

“Por el contrario, un estilo de parentalidad basado en una autoridad firme caracterizada por una comunicación positiva entre padres e hijos y una supervisión de las pautas y normas se asocia con un óptimo ajuste y constituye un factor protector del desarrollo de problemas de conducta violenta”, ha indicado.

 

En este sentido, “una educación centrada en el amor, la aceptación y la implicación en la dinámica familiar favorece la búsqueda de sentido de la vida y el ajuste personal de los hijos”. Según este experto, este estilo se vincula con un aumento de los motivos para vivir la vida, con unas valoraciones positivas de la vida y de uno mismo, con experiencias personales positivas, con la posesión de metas, objetivos concretos y planteamientos adecuados acerca del destino del hombre, la vida y el afrontamiento de la muerte. “Además, se relaciona con bajos niveles de comportamientos agresivos”, ha destacado.

 

De la misma manera, Senabre ha subrayado que “estilos de crianza caracetrizados por la imposición de reglas, normas y pautas de conducta aplicados de modo rígido y acompañado en ocasiones de riñas y castigos, se relaciona con un aumento de la agresividad”. Esto supone que el adolescente participa en “más enfrentamientos directos con golpes, empujones o amenazas”.

 

Sobre este aspecto, el nuevo doctor ha afirmado que la “conducta violenta de los adolescentes puede prevenirse desde la propia familia, con la forma que tienen los padres de educar a sus hijos”. Así, la educación basada en la “aceptación e implicación de los progenitores se vincula con hijos menos agresivos”, ha expresado.

 

Igualmente, Senabre ha investigado otras variables como la importancia de la madre en el ajuste del adolescente. Así, cuando es la madre la que emplea un estilo coercitivo, “desciende la autoestima emocional y la autoestima familiar”. Al respecto, ha clarificado que “tal vez, porque el vínculo maternal está más relacionado con la expresión de emociones, la capacidad de sentir y expresar distintos sentimientos y porque la mayor presencia y disposición en el hogar familiar permite potenciar la autoestima de los hijos”.

 

La tesis también contempla que una mayor autoestima física y una menor autoestima emocional “pronostica mayores niveles de agresividad indirecta”. Senabre ha subrayado que “esto nos sugiere que un adecuado control emocional y la óptima capacidad de expresar los sentimientos ayuda a disminuir la agresividad indirecta o encubierta”, es decir, un tipo de agresividad psicológica que, “de modo sutil trata de perjudicar el bienestar del agredido interfiriendo en sus relaciones interpersonales mediante exclusiones, sobrenombres o rumores, entre otros”.

 

La investigación ha resultado calificada con Sobresaliente ‘cum laude’ por un tribunal presidido por Ángel García Ferriol, de la Universitat de Valencia y formado por Mª Dolores Grau Sevilla y Francisco Gallego Pérez, de la Universidad Católica de Valencia; Fernando García Pérez, de la Universitat de València e Isabel Martínez Sánchez, de la Universidad de Castilla-La Mancha.

 


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