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13/10/2011

Salvador Martínez Pérez, director del Laboratorio de Embriología Experimental del Instituto de Neurociencias (UMH-CSIC)

«El estrés y la desigualdad de recursos en las sociedades actuales provoca la aparición de más casos de enfermedad mental»

Todavía hoy el sistema nervioso y el cerebro son las partes de nuestro cuerpo que menos conocemos. La inquietud por contribuir a ampliar ese conocimiento fue lo que empujó a Salvador Martínez a dedicarse a la investigación cuando aún cursaba la Licenciatura de Medicina. El entusiasmo del ahora catedrático de la Universidad Miguel Hernández de Elche ha ido in crescendo gracias a su implicación personal con asociaciones de afectados por enfermedades neurodegenerativas y discapacitados intelectuales. Su equipo realiza precisos diagnósticos genéticos para estos colectivos y estudia la potencialidad neuroprotectora de las células madre con el objetivo de desarrollar una terapia celular.



AUTOR: RUVID

Salvador Martínez se especializó en el sistema nervioso durante la tesis doctoral y dos estancias en el extranjero, la primera de ellas en el Hospital de la Salpetriere de París, un centro reconocido internacionalmente en neurología, donde aprendió técnicas para hacer trasplantes de tejido nervioso. Empezaba en ese momento la revolución de la genética y se entusiasmó por conocer las causas genéticas de los procesos del desarrollo cerebral. Para ello, se trasladó a un instituto psiquiátrico de Estados Unidos, concretamente el Nina Irland Neurogenetics Lab de San Francisco. Posteriormente fue profesor titular y catedrático de las universidades de Murcia y Miguel Hernández y recibió, entre otras distinciones, el Premio Alberto Sols 2002. Actualmente es subdirector del Instituto de Neurociencias y dirige el Laboratorio de Embriología Experimental.

 

Usted ha vivido durante los últimos años los pasos de gigante que ha dado la investigación en el campo de la genética a nivel mundial. ¿Qué nos han permitido estos avances y cuál será el siguiente gran paso?
Ahora gracias a los genes empezamos a comprender muchas enfermedades, a conocer las causas y consecuencias de las anomalías en el código genético. Esto nos permite hacer diagnósticos muy precisos. Lo siguiente es comprender mucho mejor el origen de las enfermedades mentales. Esto es, conocer qué procesos básicos del desarrollo del cerebro han fallado. Actualmente dichas enfermedades son más frecuentes que las enfermedades cardiológicas y oncológicas juntas, y el gasto sanitario se ha disparado. Por tanto, si no avanzamos en su previsión y tratamiento, se convertirá en una gran carga para la sociedad del futuro. Creo que es el reto más importante y estoy seguro de que lo conseguiremos.

 

El principal problema es que la sociedad actual está produciendo un nivel tan elevado de estrés que nuestros cerebros no siempre logran asimilarlo. Existe una mayor posibilidad de exponer el cerebro a factores tóxicos durante el desarrollo embrionario así como posteriormente, que lo hacen más sensible a funcionar mal y a producir problemas de comportamiento. Hoy estamos presionados a demandar más requerimientos para demostrar éxito social, lo que produce un bombardeo constante de causas de excitación que no son bien aceptados por el cerebro. Pensábamos que los mecanismos de defensa eran suficientes para mantener una función adecuada, a pesar de sufrir múltiples acontecimientos adversos a lo largo de la vida. Sin embargo, estamos comprobado que alcanzamos posiciones de riesgo y que, por tener menor tolerancia a la adversidad, ahora es más fácil desarrollar una enfermedad mental que antes. Y si ya nos vamos a los países en vías de desarrollo, la situación es tremenda. En julio, se publicó una nota en la revista Nature advirtiendo del gran riesgo que supone someter a la ciudadanía, sobre todo a la que posee un bajo nivel cultural y de desarrollo, a un estrés que no está en concordancia con la situación social en la que viven.

 

Ante este devastador panorama, ¿las células madre podrían ayudar?
En muchas de las enfermedades mentales existe un déficit de los llamados factores neurotróficos, las moléculas que, entre otras funciones, mantienen la actividad de nuestras neuronas. Hemos visto que las células madre de otros tejidos son capaces de producir esos factores tróficos o moléculas. De modo que, aun aventurándome mucho, diría que mi ilusión es en algún momento aplicar células madre en enfermos mentales para mejorar así su función cerebral.

 

Ya se han intentado curar las enfermedades neurodegenerativas suministrando estas moléculas en forma de medicamentos pero resultan poco manejables desde el punto de vista farmacológico. Presentan una vida muy corta (se degradan muy rápido en el organismo) y no atraviesan bien la barrera hematoencefálica (que separa la sangre de las células neurales), por lo que no alcanzan el cerebro a dosis normales y elevar las dosis provoca efectos secundarios demasiado graves.

 

La línea de investigación que nosotros desarrollamos como posible tratamiento de una enfermedad neurodegenerativa como es la ELA (esclerosis lateral amiotrófica), sin embargo, se basa en insertar células madre al lado de una neurona enferma. Dichas células funcionan como pequeñas fábricas de esas moléculas fundamentales, manteniendo viva y funcional a la neurona. De tal forma que nuestra aproximación para abordar las enfermedades neurodegenerativas es iniciar tratamientos precoces que paralicen la progresión de la enfermedad y mantengan la calidad de vida del paciente. Creo que es más acertado que esperar el trasplante de neuronas, ya que existe el peligro de que no encajen dentro de los circuitos y originen problemas mayores.

 

¿Cómo están de avanzadas estas investigaciones?
Estamos realizando un exitoso ensayo clínico en fase 2 en enfermos de ELA. Además, estudiamos de forma paralela los mismos procesos en otra enfermedad que aparece en niños que es la Ataxia de Friedreich y en el futuro próximo esperamos poder realizar otro ensayo clínico con estos enfermos.

 

Para llegar a estos ensayos, primero ha trabajado con modelos animales. Es usted miembro de la Comisión de Ética en la Investigación Experimental de la UMH que recientemente ha publicado una guía de buenas prácticas. ¿A qué tipo de dilemas éticos se enfrentan los científicos experimentales?
La principal cuestión que nos planteamos es evitar sufrimientos innecesarios a los seres vivos que manipulamos. No los podemos evitar todos porque sometes a una especie animal a una enfermedad, pero debemos intentar que el resto de las manipulaciones estén exentas de dolor. En la guía de buenas prácticas se contemplan una serie de recomendaciones en este sentido.

 

Cada vez se usan seres vivos aparentemente más alejados de la especie humana como embriones de aves y peces que presentan menos problemas éticos. Aun así, desde el Comité de Ética analizamos cada una de las solicitudes de proyectos donde los investigadores han de justificar el uso de animales, el tipo y el número previsto. De esta manera se obliga a los científicos a planificar con antelación el experimento y evitamos someter a demasiados animales a sufrimiento de forma gratuita. Asimismo, contamos con veterinarios cada vez mejor formados en los animalarios que cuidan a diario de nuestros animales.

 

Quisiera apuntar que el modelo animal es fundamental para conocer los procesos básicos de la mayor parte de las actuaciones que después se trasladan como terapias en enfermos humanos. También se está potenciando el empleo de modelos celulares humanos en cultivo que contribuyen a comprender ciertos procesos básicos a nivel celular. No obstante, estos son organismos muy sencillos que nunca nos darán respuestas complejas, por lo que vamos a seguir necesitando el modelo animal vivo para ver los efectos en otros órganos.

 

Hablemos de su faceta más emprendedora. Está actualmente en proceso de creación de la spin-off Neurocell, ¿a qué se dedicará?
Su actividad se centrará en fabricar modelos celulares de enfermedades humanas. Los clientes serán otras empresas farmacológicas o experimentales que deseen testar sus fármacos o productos y comprobar sus efectos. Otra vertiente de la empresa será la subcontratación de servicios. Hemos analizado el genoma completo del ratón durante los últimos cuatro años y ahora sabemos dónde se expresan cada uno de los genes, por lo que podemos elaborar informes sobre el impacto de cierto producto sobre la expresión de los genes más relevantes.

 

Actualmente estamos en fase de búsqueda de socios y de financiación. Creo que es una gran oportunidad porque seremos de los primeros que ofreceremos estos productos y servicios. Como he comentado, cada vez está más restringido el uso de animales y hay ciertas preguntas que los modelos animales no resuelven.

 

¿Qué conclusiones extrae de la experiencia?
Está resultando más complicado de lo que inicialmente parecía. Un científico no entiende de filosofía empresarial por lo que necesita profesionales que le apoyen en el proceso. Yo he contado con amigos y técnicos de la Fundación Quórum, Parque Científico de la Universidad, para hacer de puente entre lo que a mí me parecía interesante y lo que el mundo comercial demanda.

 

¿Ha cambiado su visión de la investigación?
Efectivamente. El hecho de hacer este esfuerzo y comprobar que existe la posibilidad de transmitirle a la sociedad tus conocimientos en forma de productos y de generar empleo, me ha cambiado la forma de pensar en el laboratorio. El mundo empresarial te enseña a que al final el conocimiento ha de traducirse en un resultado concreto, ya sea en la forma de buenas publicaciones, patentes, productos comercializables... Quizá esto es lo que ha fallado en nuestro país porque, en gran medida, los científicos se han conformado con aportar su granito de arena al conocimiento dejando para otros la explotación de esos resultados. Esto lo supieron aprovechar otros países con mayor tradición científica e industrial (Alemania, Estados Unidos o Japón).

 

Trabajando en biomedicina, uno de los principales productos es el ensayo clínico. Cuando empezamos a trabajar en ELA con la Fundación Diógenes, no existía prácticamente ninguna alternativa terapeútica. Esto ha cambiado drásticamente en cinco años. Hoy en día en nuestro país todos los enfermos están en algún ensayo e incluso aceptamos enfermos de otros países para cubrir los cupos. Aunque son todavía experimentos, constituye un gran avance para estas personas. El problema de las enfermedades raras es que son pocos los afectados pero aun así, también necesitan respuestas.

 

Personalmente se ha implicado en varias asociaciones españolas de enfermos como la Fundación Diógenes de ELA, Asociación de Esclerosis Múltiple de Alicante o Fundown de Murcia, ¿qué le aporta este contacto?
Aquí ha influido el ser médico porque en la carrera te enseñan a tratar con los pacientes, a tomar decisiones difíciles y a asumir riesgos. Al conocer lo que significan las enfermedades se está más cerca de los enfermos y es lógica una reacción para intentar ayudar en lo posible. Mucha de la ciencia está hecha por científicos sin esta formación y a veces se piensa que es una locura implicarse demasiado con los enfermos, explicar a las personas la enfermedad que padecen y las investigaciones que se llevan a cabo.

 

Mi interés por el Down fue porque en Estados Unidos, trabajaba con un gen posiblemente implicado en el Síndrome de Down y lo primero que hice al regresar fue asistir a un congreso de Down donde conocí a miembros de Down España y Fundown de Murcia. Con el tiempo, he entrado a formar parte de los comités científicos y patronatos de estas fundaciones. Ahora preparo un libro sobre el tema titulado El cerebro con síndrome de Down y participo en charlas para explicar cómo evoluciona el cerebro, qué fases son más importantes, y les demuestro que el cerebro siempre puede mejorar.

 

Conforme se ampliaba mi abanico de interés por otros genes y enfermedades, me impliqué con más asociaciones. Ellos me aportan una visión real y la energía para estar en el laboratorio desde la mañana a la noche y motivar a mi equipo. Es el caso, por ejemplo, de niños con malformaciones del cerebro. Ahora estoy con la Asociación 5P- de afectados con el Síndrome 5p menos (Maullido de Gato) a quienes ofrecemos un diagnóstico genético muy preciso.

 

El 100% de las personas con discapacidad intelectual es capaz de mejorar, el 90% es susceptible de tener autonomía y quizás más del 50% la potencialidad de desarrollar un proyecto de vida. En este sentido, las asociaciones han de seguir el ejemplo de lucha de la Fundación Down por integrar a los niños en la sociedad. En los master y cursos de atención temprana en los que participo, traslado este mensaje a los alumnos. Les explico que el cerebro siempre está preparado para mejorar si recibe el estímulo adecuado y el mejor estímulo es la vida. Por eso es preferible que estos niños asistan a clases de manera ordinaria e interactúen con otros niños. Asimismo, el papel de los científicos es seguir investigando para descubrir maneras para mejorar su funcionamiento cerebral.

 

¿Cuáles son sus proyectos de investigación de mayor envergadura?
Por un lado, colaboramos con el Allen Institut for Brain Science de Estados Unidos en la elaboración de un mapa de expresión de todos los genes del ratón en distintos estadios de vida lo cual nos ayuda mucho a saber la función de cada gen. Por otro, participamos en un consorcio europeo para elegir los 250 genes más relevantes y hacer mutaciones de ellos para estudiar mejor las enfermedades en las que ellos están implicados. Podremos apagar ciertos genes en una cepa de ratón y ver qué patología desarrolla el animal y si se corresponde con alguna enfermedad. Esto nos permitirá establecer las relaciones del gen con la enfermedad. Aunque ambas investigaciones son de ciencia básica, el objetivo es determinar más adelante los genes que causan anomalías en niños y buscar maneras para que vuelvan a funcionar correctamente.

 

Afortunadamente mi grupo cuenta con estas importantes fuentes de ingresos y estamos en un centro con recursos tecnológicos excelentes, el Instituto de Neurociencias UMH-CSIC, porque nuestras investigaciones cuestan muchísimo dinero. Esto es algo que también les transmito a los miembros de asociaciones, sobre todo a las personas con enfermedades neurodegenerativas. Para nosotros la crisis es un inconveniente, para ellos es una catástrofe. La gran mayoría de proyectos está paralizada por falta de fondos con lo cual se retrasa el desarrollo de nuevas terapias. Yo me implico mucho con los pacientes y me entristece ver lo devastador que está resultando una situación coyuntural. Debido a la crisis actual es muy difícil encontrar empresas dispuestas a invertir y a arriesgarse en este tipo de aventuras.
 


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