Una investigación liderada por el profesor Juan Carlos Meléndez, del Departamento de Psicología Evolutiva de la Universitat de València (UV), concluye que en la desesperanza (conjunto de esquemas cognitivos negativos sobre el futuro en base a las dimensiones afectiva, motivacional y cognitiva), no todos sus factores influyen en la soledad en adultos mayores.

AUTOR: UV

Así, los motivacionales y cognitivos sí influyen, no el afectivo. En el estudio han participado 138 personas de la ciudad de València, con edades entre los 65 y los 90 años, y una edad media de 73,67.

 

“Los principales resultados sugieren que la pérdida de motivación manifestada en las decisiones de no querer esforzarse por algo deseado, rendirse o no querer conseguir nada en especial (factor motivacional) y las expectativas futuras y anticipaciones negativas respecto a la vida (motivación cognitiva) juegan un rol especialmente destacado sobre el sentimiento de soledad en adultos mayores, mientras que la esperanza, la fe y el entusiasmo no parecen contribuir a la soledad (factor afectivo)”, explica Juan Carlos Meléndez.

 

Además, añade que podría resultar paradójico, pero que cuando se profundiza en el significado de estos factores, el afectivo abarca aspectos relacionados más con la ausencia de esperanza que con la propia desesperanza, mientras que los factores motivacional y cognitivo se definen desde un punto de vista basado en las expectativas negativas per se, más que en la ausencia de expectativas positivas. “De este modo, observamos cómo en relación a la desesperanza, la soledad tiene más que ver con la presencia de desesperanza que con la ausencia de esperanza”.

 

La investigación parte de que la desesperanza y la soledad son dos fenómenos con un fuerte impacto durante el envejecimiento debido a su elevada incidencia y su implicación psicológica. Dado que la desesperanza, concretamente la pérdida de motivación y las expectativas negativas sobre el futuro, son cuestiones críticas para el desarrollo de sentimientos de soledad en los adultos mayores, resulta relevante atender a estas variables para poder aplicar programas de prevención de la soledad.

 

El estudio, en el que también participan las investigadoras Encarnación Satorres, Mireia Abella, Elena Real (Facultad de Psicología), Iraida Delhom (Universidad Internacional de Valencia) y Giulia Barbieri (Università de Pavia), apunta que la desesperanza podría afectar a las relaciones sociales y a la percepción sobre la calidad de las mismas de distintas formas. “Una persona desesperanzada probablemente se aleje de las relaciones sociales o no intente establecerlas; mientras que los demás también pueden alejarse de alguien que no tiene esperanza. Por otro lado, la persona desesperanzada podría abandonar otros objetivos u obligaciones vitales, lo cual crearía conflictos o interrupciones en las relaciones sociales”, explica Juan Carlos Meléndez.

 

Estado civil y soledad

 

El estado civil también tiene una relación significativa con la soledad: las personas viudas parecen presentar mayores niveles de soledad que las casadas y las solteras, mientras que no parecen existir diferencias significativas entre estas dos últimas condiciones. “Teniendo en cuenta que la soledad es una experiencia subjetiva, posiblemente se experimenten mayores sentimientos displacenteros de vacío y aislamiento cuando se produce una pérdida de una relación significativa y nuclear (viudedad), que cuando no se ha experimentado esta situación vital y, por tanto, no se ha sufrido dicha pérdida (soltería)”.

 

Este artículo ha sido publicado por la Revista Española de Geriatría y Gerontología. En el estudio el 59,4% de las personas participantes eran mujeres; el 56,5% estaba casada o casado; un 28,3%, en situación de viudez y un 15,2% no vivía en pareja. También, el 12,4% tenía un nivel escolar de primaria; el 54,3%, de secundaria y el 33,3%, universitario.

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